Ivaginaria / Yo siempre soy mi parafilia

AutorElia Martínez-Rodarte

En cierta fiesta de aquellos años en que nadie tenía título profesional, una mujer dijo: yo tengo una deformidad física que nadie se imagina.

Acto seguido se encueró, quedó en calzones, y sus pezones tenían un pedazo cuadrado y breve de cinta plateada, de esa que se usa para fijar bien machín.

Todos preguntábamos, ¿dónde está la colita de marrano de la morra?, mientras apurábamos unos tequilas para sofocar la impresión de ver algo grotesco.

La dama en cuestión tenía unos pezones enormes, tetillas descomunales más grandes y gruesos que el borrador de un lápiz. Unos magnánimos y creo que (a la distancia etílica que siempre hace las cosas mejores) muy lindos. Pero gigantescos.

Casi por amainar los alcoholes, alguien se la llevó al baño y le succionó dos horas los pezones. Porque todos tuvimos que ir a orinar a unas anacahuitas del jardín mientras ellos usaban el cuarto del sanitario de echadero. Si fue divertido, excepto para los zapatos. En ese entonces no había aprendido a orinar de pie.

Al saber de ese faje épico, entendí que cada persona tenía una parafilia que le definía. Había una mujer con unas tetas de determinada forma, que en esa fiesta, encontraron la boca y supongo que las manos, adecuadas que la amasaran con lujuria. La llave y el cerrojo.

Parafilias hay de todas.

Al que le gusta mirar los dentros de las cavidades bucales para ver la campanilla de la garganta.

A la que le gusta ver a sus novios atarse los tenis de los zapatos y luego les hace sexo oral.

Al que le soba los párpados a su novio, porque le excita la posibilidad de que le crezcan las pestañas, que son su imagen erógena.

A la que le gusta medirse zapatos sólo por la sensación de la piel fresca en la planta de los pies.

Ninguna parafilia en el mundo, es decir, lo que nos excita particularmente para lo sexual y erótico, es extravagante, salvo en las ocasiones en que lesionemos, dañemos o violentemos a otra persona.

Como las parafilias también son mortales, y conocemos de sus extremos, debemos también reconocer que nuestras manías sexuales son sencillas y pequeñas. No por ello quiere decir que sean menos importantes. Si nosotros no encontramos el verdadero punto de nuestra excitación, y peor, no lo compartimos con nuestra(s) pareja(s) sexuales, tendremos una satisfacción a medias.

También somos verdaderamente sexuales cuando revelamos lo que nos prende...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR