Cadáveres en el clóset (IV)

AutorMETRO / STAFF

Al día siguiente de la masacre reina el miedo y el silencio. El gobierno admite 30 muertos, entre ellos un par de soldados.

La prensa es escueta y desde sus curules los legisladores alaban al Presidente de la República por poner fin a la mafia comunista que trata de llevar a la Patria al caos y al desorden.

Las familias de los muertos reciben visitas con mensajes amenazadores, hay miedo de hablar por teléfono o de asistir a reuniones.

En el Campo Militar Número 1 se vive otra realidad, los jóvenes son obligados a revelar los nombres de los participantes, de los 'autores intelectuales', un gran número de personajes públicos son investigados, los 'delatores' inventan conspiraciones.

Algunos personajes afines al movimientos son encarcelados, como el ingeniero Heberto Castillo, el profesor Eli de Gortari y el escritor José Revueltas.

Al Palacio Negro de Lecumberri envían a los jóvenes estudiantes, integrantes del Comité General de Huelga, los acusan de incitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, homicidio tumultuario, ataques a la vías generales de comunicación, robo, despojo, acopio de armas, lesiones contra agentes de la autoridad y daño en propiedad ajena. Ninguno podrá salir en libertad bajo fianza.

Los procesos penales para su liberación llevarán de meses a varios años.

En tanto, México da al mundo su mejor cara. Todo está en paz. El 12 de octubre arrancan los Juegos Olímpicos sin contratiempos.

En las semanas y meses posteriores no se puede ni investigar. En la radio y en la televisión no se cuela el mínimo comentario informativo o crítico. Los hechos ocurridos en Tlatelolco se reducen a "incidente lamentable".

A más de 25 años de la matanza, la información y las redes de complicidades comienzan a develarse a cuentagotas, las comisiones de la verdad juegan un papel importante, pero las interrogantes siguen fluyendo.

En un informe sobre la matanza de 1968 en Tlatelolco, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos da cuenta de que los disparos fueron resultado de una insubordinación militar hacia el entonces titular de la Sedena, Marcelino García Barragán.

Las órdenes del General fueron desobedecidas por sus subalternos el 2 de octubre de 1968, establece el documento desclasificado del Departamento de Defensa de los Estados Unidos.

El Secretario de la Defensa Nacional había dado instrucciones de mantener al Ejército fuera de Tlatelolco, pero fue desobedecido por Luis Gutiérrez Oropeza, Jefe del Estado Mayor Presidencial...

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