Campo de batalla

AutorMETRO / STAFF

Una tras otra, las dos torres se vinieron abajo, colapsaron.

En la Ciudad de México, minutos antes de las 8:00 horas del martes 11 de septiembre de 2001, una noticia de última hora comenzó a transmitirse en los noticiarios matutinos: un avión comercial se había impactado contra una de las Torres Gemelas, en pleno corazón de la Gran Manzana.

Los espectadores vieron en vivo un segundo avión estrellarse contra el segundo rascacielos del World Trade Center, símbolo del poderío económico de Estados Unidos.

Heridas de muerte causaron los aviones lanzados contra los enormes edificios, de 110 pisos cada uno.

Eran verdaderas bombas de combustible, que al estallar quebraron las estructuras.

El claro cielo neoyorquino, a orillas del río Hudson, se ensombreció con inmensas nubes de polvo, producido por los cristales y el concreto despedazados.

Detrás de las pantallas, los televidentes presenciaron el vacío en la estampa de Manhattan... las dos torres habían caído.

A la hora en que miles se dirigían a centros laborales o escolares, decenas de curiosos, hombres, mujeres y niños, interrumpían su camino para observar el acontecimiento en los televisores de puestos de periódicos, restaurantes, hoteles, farmacias, fondas o cualquier establecimiento que contara con un aparato receptor.

Lo mismo se repetía en centros comerciales y tiendas departamentales.

Elementos de la Policía capitalina, la Judicial y la PGR reforzaron la seguridad en la Embajada estadounidense en México.

Una mochila, con libretas en su interior, causó alarma al ser descubierta abandonada en una tienda de autoservicio junto a la Sede Diplomática. Sin embargo, los agentes revisaron el contenido y descartaron que se tratara de un artefacto explosivo.

En la entrada al Hotel Sheraton María Isabel, se colocó un arco detector de metales. Además, el café Manhattan y el banco Santander cerraron sus puertas al público por precaución.

MIRADA INCRÉDULA

Con la mirada clavada en el televisor, Daniel Nappo, investigador del Sur de Michigan, atestiguaba los ataques.

Solitario, con un semblante triste, de impotencia y preocupación, Nappo tomó asiento junto a la barra de un bar en la Zona Rosa, frente a su cerveza Victoria.

Estaba inmóvil mientras el cantinero trapeaba el lugar. Eran las 13:00 horas y en cada corte informativo venía el sobresalto y la incertidumbre.

"Estaba escuchando la radio y supe de los atentados con avionazos".

El lunes 10 de septiembre de 2001 llegó a México de Atlanta, el fin de...

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