Me dan orgullo

AutorMETRO / STAFF

Fascinada por el concepto de infinito, la astrónoma estadounidense Andrea Ghez comenzó a estudiar Matemáticas en la universidad.

Y aunque después cambió a Física, lo infinito permaneció, particularmente al investigar y descubrir que al centro de la Vía Láctea existía uno de esos exóticos fenómenos cósmicos que todo lo consumen y en los que el tiempo se ralentiza e incluso detiene: un agujero negro.

Trabajo que le granjeó ayer a la catedrática de la Universidad de California, el Premio Nobel de Física -la cuarta mujer en la historia en ganarlo-, de manera compartida con el físico británico Roger Penrose, de la Universidad de Oxford, y el astrofísico alemán Reinhard Genzel, director del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre.

En la década de los 90, Ghez y Genzel dirigieron separadamente a grupos de astrónomos cuyas observaciones en dos de los más grandes telescopios del mundo, uno en Hawai y otro en Chile, encontraron en la región Sagitario A, en el centro de nuestra galaxia, un objeto extremadamente pesado e invisible que arrastraba a las estrellas a velocidades vertiginosas.

Era la evidencia más convincente de un agujero negro -en este caso supermasivo, con 4 millones de masas solares compactadas en una región no mayor a nuestro Sistema Solar-, como aquellos cuya posible formación fuera probada matemáticamente por Penrose en 1965, basado en la Teoría General de la Relatividad de Albert Einstein.

En la conferencia en la que se anunció a los galardonados, Ghez compartió que espera ser la inspiración para que otras mujeres jóvenes se integren a su gremio.

Gala...

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