Entregas en caliente / De qué callada manera

AutorGuillermo Hérdez

Al llegar a la planta baja, Paco Jones abandona el ascensor sin voltear atrás. Suena el teléfono. Es Rebeca. Con la rabia incomprensible de imaginársela entre la lengua de Manilo Pérez, le contesta: -¡¿Qué quieres?! -increpa el mensajero y, al instante, se da cuenta del error que ha cometido.

Poco puede importar que le lleve ventaja a Manilo o que lo haya dejado fuera de combate, a la jefa no se le puede gritar. Paco Jones intenta pensar en una excusa mientras escucha el tono furioso de Rebeca. No lo consigue. En lugar de eso, su mente se va llenando de fantasías. Paco Jones no sabe por qué desea de esa manera a Rebeca. Quizá sea porque no ha podido hacerla suya. El caso es que, cada que ella le habla, sobre todo cuando lo está regañando, no puede evitar visualizarla junto a él.

En esta ocasión no es un paraíso tropical ni un acostón casual encima del escritorio. Tal vez tenga que ver con los gritos que escucha del otro lado del auricular. El caso es que, poco a poco, las imágenes se van concretando en un mundo lleno de sofisticación y juguetes sexuales.

Sin saber cómo, Paco Jones está atado a una silla, completamente desnudo. No se ha dado cuenta del todo, pero siente que la parte del asiento es parecida a una taza de baño: sólo le sostiene el contorno, dejando gran parte de su cuerpo suspendido sobre el suelo.

De pronto se aparece Rebeca. Va vestida con una túnica que no deja ver nada de su cuerpo, el pelo recogido, la cara lavada salvo por sus labios pintados de carmín. De inmediato Paco Jones siente una erección que no puede ni quiere ocultar.

Rebeca se hinca frente a él, a escasos centímetros de su miembro erecto. De inmediato, Paco Jones anticipa lo que podría...

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