Entregas en caliente / Cambio de estrategia

AutorGuillermo Hérdez

Mientras Paco Jones se concentraba para no terminar y seguir gozando de las tetas, las nalgas, del cuerpo esbelto y la vagina estrecha de Mai, de pronto, sus compañeros extras indocumentados, que también estaban follando sobre el muro, comenzaron a caer hacia el lado mexicano. Les estaban disparando y se desplomaban al piso como si fueran patitos de tiro al blanco en alguna feria de pueblo de mala muerte.

De improviso, en medio de los disparos, alguien empujó a Paco y a su amante vietnamita quien todavía no se separaba de la erección del mensajero y cayeron desde las alturas del muro al lado norteamericano, al tiempo que se producía una espesa cortina de humo.

Al caer sobre el piso, una extraña compuerta se venció de inmediato y los hizo resbalar por una rampa varios metros de profundidad hasta rodar en un espacio completamente oscuro. Mai se abrazó a Jones con miedo.

Sus ojos no se habían acostumbrado a la oscuridad cuando escucharon la voz de una anciana.

-Me alegra que no les hayan hecho daño.

Los ojos de los recién llegados hacían un esfuerzo por distinguir en la oscuridad a la dueña de esa voz enigmática. Desnudos como estaban y después de follar, se sentían tan vulnerables como ante las balas de los soldados allá afuera.

-Tengo la impresión de que usted y yo nos conocimos hace algunos años, jovencito -dijo la Iguana con un matiz de picardía-. Veo que no ha cambiado mucho, sigue siendo usted igual de coscolino y cogelón. Recuerdo que dejó muy alborotada a la Jicarita, mi asistente.

Paco Jones no tiene idea de lo que le están hablando, pero conforme sus ojos se acostumbran a la oscuridad y se va familiarizando con la voz de la anciana, comienza a reconocer a la Iguana, una activista que tenía una fábrica de armas que se distribuía clandestinamente entre la migra y que...

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