Grillotina / ¡Ponga la basura en su lugar!

AutorMarco Antonio Flota

En las próximas semanas, quizá meses, escucharemos con frecuencia, repetidamente, el nombre de Cuauhtémoc.

Pero antes, como en los discursos de un político culto, por ejemplo, Manlio Fabio Beltrones, va un poco de historia. (Matizada por un poco de fantasía, como en los discursos de un político brillante, por ejemplo Porfirio Muñoz Ledo)

Cuauhtémoc fue el sucesor de Moctezuma y último emperador de los aztecas, famoso porque todos los días le traían al DF, en carrera de relevos, pescado fresco desde Veracruz. Es que en esos días no existían asaltantes en las carreteras ni retenes federales, mucho más peligrosos.

Los aztecas fueron derrotados por Cortés, con ayuda del Cacique Gordo de Tlaxcala y de la Malinche: si actualmente se filmara esta historia, Cortés sería Diego Fernández de Cevallos, el Cacique Gordo de Tlaxcala don Agustín Carstens y la Malinche doña Beatriz Paredes (Que conste, malpensados)

Aunque fue sometido a los peores tormentos, Cuauhtémoc se negó a revelar dónde estaba el escondido el tesoro: resistió con valentía, sin echarle la culpa a otros, como los ahora implicados en la Línea Dorada, Oceanografía y los moches panistas. En uno de sus momentos de martirio, el último tlatoani recriminó a uno de sus seguidores, quizá Cuitláhuac, quien se quejaba lloroso:

-¡Aguántate como los machos, yo no estoy en un lecho rosas...!

Frase que no hubiera podido repetir uno de los últimos tlatoanis, don José López Portillo, quien sí estuvo, y muchas veces, en el lecho de Rosa. (Doña Rosa Luz, desde luego, la segunda secretaria de Turismo de este país, porque la primera, en rigor, fue la ya citada doña Marina, La Malinche, quien desempeñó con Cortés las mismas funciones. Y hasta le sacaba brillo a su armadura. La Malinche a la armadura de don Hernán, la otra señora guapa también, pero a la arma dura del ex Presidente Galán)

Muchas anécdotas, algunas fantasiosas, hay sobre Cuauhtémoc. Por ejemplo aquella de que al ser capturado señaló a Cortés la daga que traía al cinto, diciéndole: "¡Toma ese puñal y mátame!", con lo cual se hubiera convertido en el primer muerto de SIDA, de la historia. Perdón: el segundo: porque Julio...

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