Ivaginaria / Pago por ver

AutorElia Martínez-Rodarte

Ash, aunque una parte de mi querido público sea un poco homofóbico a veces, debo de dejar sentado que si conocieran verdaderamente el mundo gay, sí les daría una poca de envidia sus usos y costumbres sexuales. ¡Porque tienen miles de opciones para irse a follar con una escandalosa cantidad de personas! La gente heterosexual, o sea quienes consumen gente de sexo género opuesto, por lo general siguen protocolos bastante mamilas para poder untar genitalias. De aquí a que uno liga, platica, se medio conoce y finge interés en la vida de otra persona, es un tiempo largo porque se supone que tras todo ese exordio romántico, se obtendrá fornicio. Pero a veces algo sale mal, y toda esa inversión de tiempo en el socialitos, resulta inútil. Por eso muchos bugas, heterosexuales, se afanan en escoger a lo mejorcito o alguna víctima follable para no errarle.

Por ello le bajé a mi amigo Oliver algunas fuertes declaraciones sobre las orgías gays que se celebran en el centro de las ciudades más rumbosas del norte del País, porque aunque quiera, a mí no me dejan entrar porque soy carne de burro para ellos y no en el mejor de los sentidos. En este caso de los llamados cibercitos, antros discretos que se anuncian en las redes sociales para ir a fornicar.

Yo: Compadre, ¿cómo empezó, amén de la calentura, esta exploración en el ambiente orgiástico de Monterrey?

Oliver: Un viernes cualquiera, encontré en mis notificaciones de Facebook la invitación a un evento muy peculiar: se trataba de una fiesta privada exclusiva para caballeros que prometía una noche de testosterona hasta el fondo. La finalidad de la fiesta era detonar encuentros de sexo casual, en la que además de pagar un cover de 50 pesos, el requisito adicional era ingresar al local en ropa interior: trusa, boxer, brief, suspensorio o tanga; cualquier interior que conjurara erotismo y sensualidad sería bien recibido por los anfitriones.

Yo: ¿Es como un cuarto oscuro ese echadero o un sitio establecido como un salón de baile?

Oliver: Era una casa con el típico estilo del centro de la ciudad (Monterrey), tenía una cochera amplia y totalmente libre; al fondo una pequeña puerta que conducía a la recepción y se podía escuchar música electrónica a un volumen moderado. Todo aquel panorama resultaría discreto a los ojos de cualquier despistado heterosexual, pero poseía todos los códigos homosexuales para intuir que en su interior, algunos cuerpos estarían listos para ser catados.

Yo: Ñam... ¿Entonces entraste en...

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