Nosotros los jotos / Adiós en el Paraíso

AutorAntonio Bertrán

MADRID, ESPAÑA. Me fui de Bilbao como damnificado sexual, te contaba en la entrega pasada, querido lector, pero también me fui enamorado.

Era domingo y pasé por el Zubizuri ("puente blanco" en vasco) para despedirme de la ancha ría del Nervión, cuyo limpio fluir me había inundado de alegría el corazón.

Sonaba una melancólica tuba en el portentoso puente peatonal del arquitecto Santiago Calatrava, así que, mirando hacia las líneas fantásticas del Museo Guggenheim se me salieron unas lágrimas de tristeza.

En el autobús de camino a Madrid empecé a recordar lo que me enamoró de Bilbao: La dimensión humana de la ciudad que exploré a pie y en bici, los paseos con robles que se tornaban amarillos y la hospitalidad de los vascos como Xavi (se pronuncia Shavi), un estudiante de educación física que con sus manos brillantes de vellitos rubios agitaba vigorosamente, ¡mmm!, la coctelera con mi martini de la cena.

Para conjurar la nostalgia traje a la memoria los frustrados intentos que me sumaron a la lista de exiliadas sexuales del País Vasco, como la tarde en el sauna Element, al que fui con el bajo vientre cosquilleando de emoción por ver en cueros y saborear a los guapísimos muchachos que, vestidos con la elegancia del otoño, me hacían babear por las calles.

Pero, ¡oh, paradoja monstruosa!, en el vapor sólo había tres panzones de edad más avanzada que la mía, quienes me vieron como si fuera el último chupirul antes del coma diabético.

Al llegar a esta capital española me recibió un frío que parecía augurar la muerte de la Duquesa de Alba, que ocurriría cuatro días después. Empecé a sentirme achicopalado porque ya llevo muchos días lejos de mi amado y convulso México, adonde no pude estar con ustedes para manifestarme por nuestros desaparecidos de Ayotzinapa.

Además, muy guaperas los españolitos ¡pero ya extraño nuestros sabrosos y bien prodigados chiles prietos!

Felipe me rescató del achicopalamiento. Mi buen amigo ha sido durante 18 años pareja de un diplomático que ahora lo tiene viviendo en Madrid como marqués. Al saber que estaba hasta los cojones de fabadas y lentejas, muy cariñoso dispuso que me prepararan un consomé de pollo y me recibió en su departamentazo, en pleno centro de Madrid.

Me dio mucho gusto encontrarme con un Felipe tan felizmente emparejado, sencillo como siempre a pesar de que nos rodeaban antigüedades y obras de...

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