Una niña bien... mala / El juego de la botella

AutorMilah

Uno nunca sabe lo que acabará haciendo luego de una fiesta, cuando a todos se les ocurre seguirla en el after, y mucho menos es de imaginarse que terminarás jugando alguna niñería como el juego de la botella a esas alturas de la madrugada pero, aunque ustedes no lo crean, lo que inicialmente se escuchaba como una tontera, cuando una de mis mejores amigas nos dijo las reglas modificadas, todos aceptamos entrarle.

Aquel modificado juego consistía en que, al detenerse la botella luego de girarla, si quedaban dos hombres de frente, uno le pondría a otro algún reto; si quedaban novios o esposos de frente, también uno le tendría que poner al otro un reto; si quedaban dos mujeres de frente tendrían que besarse o realizar algún acto sexual entre ellas; y si quedaban hombre y mujer de frente, pero que no fueran pareja, también tendrían que hacer algo relacionado con sexo.

Para mi buena suerte, los primeros tres turnos que me tocó, tuve que besarme con una de las chicas de ahí, probar al esposo de otra de las mujeres que ahí se encontraban y aventarme un mega faje con otra de las parejas que había ganado esa ronda, así que ya se podrán imaginar lo caliente que me puse.

Aquellos jueguitos sexuales me estaban ya quedando cortos y yo moría por entrar en acción en forma con alguien pronto y, justo cuando me encontraba a punto de dar por terminado el juego, el Kraken tuvo en sus manos la oportunidad de ponerme un reto y ¡vaya que lo disfruté!

-Tu reto es salir desnuda de la habitación y subir o bajar un piso en el elevador vaya quien vaya.

¡Bueno!, por poco me muero del nervio cuando escuché tal instrucción, pero por más que les rogué a todos me conmutaran el reto, mi súplica fue inútil, así que me apresuré a quitarme la lencería que ya era la única ropa que me quedaba puesta, aguanté la respiración y salí de ahí a paso veloz esperando no toparme a nadie en los pasillos y mucho menos en el elevador.

La noche estaba más que fría y yo iba con mis pezones paraditos corriendo de puntitas por aquel largo corredor que se me hizo eterno, escuchando los gritos tormentosos de mis amigos tras de mí.

Cuando al fin llegué al elevador una empleada del hotel iba saliendo de una de las habitaciones que acababa de arreglar y se quedó paralizada y perpleja ante aquella imagen que, por supuesto, no esperaba.

Los minutos esperando el ascensor se me hicieron interminables, pero para mi suerte, cuando al fin se abrieron aquellas puertas, se encontraba vacío, por lo que pude...

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