De política y cosas peores / Saber de economía

AutorCatón

Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más fría del planeta. En cierta ocasión fue al cine a ver la película Los últimos días de Pompeya, y su sola presencia en la sala cinematográfica hizo que se congelara la lava del Vesubio. Cierta noche su esposo, don Frustracio, le pidió la realización del acto que por disposición de las leyes humanas y divinas sirve para perpetuar la especie y sedar la natural concupiscencia de la carne. Ella, como de costumbre se negó. Le dijo que tenía jaqueca. Don Frustracio le ofreció ponerle un par de chiqueadores, remedio casero casi olvidado ya consistente en dos pequeñas rodajas de papel o de hojas vegetales que, a veces untadas con sebo, se aplican en las sienes para quitar el dolor de cabeza. Ella manifestó que desconfiaba de la utilidad de ese recurso, y más cuando en verdad no tenía cefalalgia. Reiteró el señor su pedimento. Le dijo a la señora que hacía mucho tiempo no accedía ella al trato connubial. "La última vez que lo hicimos -recordó- fue cuando Nolan Ryan, celebrado pitcher, lanzó su quinto juego sin hit ni carrera, y eso fue justamente un día como hoy, pero de 1981". "¿Y ya quieres otra vez? -prorrumpió escandalizada doña Frigidia-. ¡Eres un erotómano, un maniático sexual!" A don Frustracio le dio bastante sentimiento oírse llamar así, pues era hombre espiritual -leía a Amado Nervo y hacía crucigramas- y tales adjetivos lo lastimaron mucho. Su esposa se apenó. Le dijo: "Está bien: accedo a tu solicitud. Pero mientras tú lo haces yo me pintaré las uñas, porque mañana andaré muy ocupada. Procura entonces hacerlo evitando cualquier agitación". Feliz de poder disfrutar al fin los goces de himeneo don Frustracio no sólo realizó el acto en la conocida posición del misionero, sino también con reserva misional, tanto que la señora pudo llevar a cabo sin estorbos su tarea. Por primera vez en su vida de casados terminaron los dos al mismo tiempo, don Frustracio el acto natural, doña Frigidia su pintura de uñas. "¡Mira! -exclamó feliz el marido-. ¡Ya estamos alcanzando la armonía sexual!"... Al igual que los economistas yo no sé mucho de economía. Sin...

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