De política y cosas peores / Plaza de almas

AutorCatón

"Mamá llamó a la muerte", comentó una de las hijas. Preguntó el hijo mayor: "¿O la llamamos nosotros?" Yo digo que nadie necesita llamar a la muerte. Viene sola. Nos acompaña desde el día de nuestro nacimiento, y nos sigue siempre como una especie de ángel de la guarda vestido de negro. Yo varias veces he podido ver su sombra. Aquel día en que trepé de niño por la escalera de caracol que lleva al campanario de la catedral, y miré un cubo de luz. Me asomé por él, y era una claraboya que daba al vacío. Estuve a punto de caer desde 30 metros de alto. Habría muerto a los 10 años de edad. La otra vez fue cuando se me disparó un rifle de calibre .22 al golpear la culata con el suelo. Sentí junto a mi cabeza el roce de la bala. Habría muerto a los 13 años. Ahora veo esa sombra con mayor frecuencia, pero me parece amiga, y hasta siento el impulso de hacerle un guiño, saludarla con la mano o preguntarle: "¿Cuándo vienes?" Pero aquí no se trata de mí, sino de aquella señora que llamó a la muerte. Era viuda, vivía sola en la casa donde falleció su esposo. "Aquí me dejó él y aquí voy a seguir", dijo con firmeza a las hijas y los hijos cuando le propusieron que vendiera la casa y se fuera a vivir por turno un tiempo con cada uno de ellos. Esperaba que la visitaran de tiempo en tiempo -todos vivían fuera-, pero eso no sucedió. "El trabajo, mamá, tú sabes". O: "Los hijos, mamá, tú sabes". La llamaban por teléfono el Día de la Madre, o en Navidad -de su cumpleaños no se acordaban, o quizá ni siquiera sabían cuándo era-, y pare usted de contar. ¿Cuándo fue la última vez que los vio a todos juntos? Cuando el entierro de su marido. Y de eso hacía ya cinco años. Quizá la siguiente vez que se reunirían sería cuando muriera su madre, y, claro, ella no los vería ya. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea. Escribió en un papel los nombres de sus hijos: Adolfo, María Luisa, Hortensia, Ernesto, Francisco Javier. Era el tiempo en que los mensajes urgentes se enviaban por telégrafo, y a cada uno de ellos le puso un telegrama firmado por el hermano que...

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