Zona submetropolitana / Empapados

AutorHéctor Castillo Berthier

Escribir sobre la Iglesia siempre es complicado.

Sobre todo en un país que tiene más del 80 por ciento de creyentes y que sigue votando por el PRI, como México.

Hace poco leí una declaración de Paco Ignacio Taibo II, quien dijo: "Soy ateo, pero después de 3 años de Peña Nieto, ya creo en el diablo".

Así nos sentimos muchas personas.

La primera vez que vino Juan Pablo II, en enero de 1979, fue recibido por el presidente José López Portillo, quien lo llamó "distinguido visitante", sin darle trato de jefe del Estado Vaticano, ya que México no tenía relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

Esa vez también visitó Puebla. Y me tocó asistir ahí para cubrir la nota.

Las calles de Puebla estaban llenas. La gente se apretujaba para mirarlo de lejos. Miles de rosarios en las manos. Miles de imágenes del Papa. Mucha gente se hincaba para rezar. No importaba que los empujaran, los arrastraran o los pisaran, seguían rezando... Era un pueblo de fieles seguidores.

Cuando apareció el vehículo en la avenida principal, un hombre viejo que estaba junto a mí, empezó a gritarle: "¡Papa!, ¡Papa!", con su sombrero entre las manos.

No paraba de gritarle. Se encontraba absorto con la presencia del pontífice. Era la primera vez que un Papa visitaba México.

Y en el momento que el vehículo pasó frente a nosotros, el Papa volteó a ver a la gente para bendecirla. Lo vio a él y entonces exclamó: "¡Papa!, ¡Papa!, ¡Que chingue a su madre el diablo!"... y le aventó su sombrero.

Esa fue la mejor forma de mostrarle su respaldo.

La nota no fue publicada. El editor me dijo: "Al Papa se le trata con respeto"... Además, estaba prohibido publicar groserías.

En esa primera visita, se dejó clara la importancia del Papa en la vida de un pueblo leal a la religión.

Desde esa vez se le llamó "Papa Mexicano" y miles de ciudadanos hicieron guardia, día y noche, durante los seis días que estuvo aquí para mostrarle el cariño de nuestro pueblo.

Incluso le cantaban una y otra vez la canción "Amigo", escrita por el brasileño Roberto Carlos, muy cerca de la Nunciatura Apostólica.

La esencia de esa visita se mantiene para el Papa Francisco, que hoy amaneció en la Ciudad de México.

DEL "GRAN SABRITÓN" A FRANCISCO

Por ello no es extraño que Juan Pablo II viniera al país en 5 ocasiones y que Benedicto XVI nos visitara también en 2012.

En cada ocasión, las visitas papales derraman emoción. Hacen que se realicen obras. Aglutinan a los políticos y generan la creación de artesanías.

Esta es la séptima...

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